Imaginar lo que está por venir o lo que nos depara la vida, en la idea lineal de tiempo, ha sido un ejercicio mental que ha acompañado a los seres humanos desde siempre. Situación que en parte, ha propiciado lo que somos como especie y sociedad.
La idea de futuro ha estado asociada a los sueños, aspiraciones, fantasías o utopías, que pueden nunca llegar a cumplirse, pero alimentan el ímpetu del deseo y la creatividad humana.
Desde hace décadas, en la sociedad occidental y bajo los conceptos e ideas del capitalismo neoliberal, se ha construido una imagen de futuro asociada al individualismo y al “éxito” económico para el consumo, como única vía para la satisfacción de las necesidades de las personas. Buscando conseguirlo a cualquier costo y sin opciones, cualquier aspiración distinta es considerada una anomalía que debe ser censurada y castigada. Reduciendo las posibilidades de futuro a aquellas acciones que alimenten al modelo económico y social dominante, convirtiendo a los humanos en instrumentos de élites depredadoras de la condición humana y la naturaleza.
Esta situación se reproduce hoy día también en el plano de las tecnologías digitales y la Internet. Los acelerados procesos de digitalización que estamos viviendo en nuestra región en los últimos años, hacen que directa o indirectamente estas tecnologías formen parte de nuestra realidad. Es así como el presente y la imagen de futuro digital están en manos de un reducido grupo de corporaciones y gobiernos, que han encontrado en estas tecnologías las herramientas para seguir afianzando su poder y sus intereses económicos.
La inteligencia artificial, las criptomonedas, las naves espaciales, los implantes cerebrales, el 5G, entre otras, son tecnologías que ya forman parte de ese futuro digital del que hablan los medios de comunicación, pero nos preguntamos ¿realmente están pensadas para resolver los problemas urgentes de las sociedades humanas y la naturaleza?
En principio pareciera que no, hasta el momento todo apunta hacia un futuro digital individualizante, economicista, controlado y restringido, alejado de las realidades de las grandes mayorías de la población y la naturaleza.
Ante esto, vemos como los procesos históricos de despojo y violencias que vivimos en los países del Sur global, como Centroamérica y México, se reproducen hoy día en el plano de las tecnologías digitales. Alejándonos de la capacidad innata del ser humano de imaginar futuros posibles y colectivos.
Desde Laboratorio Sapiens nos hemos planteado la pregunta ¿por qué es necesario pensar en los futuros digitales de nuestros territorios? Y creemos que parte de la respuesta está en la urgencia por recuperar nuestra capacidad humana de imaginar futuros deseables, futuros que respondan a nuestras necesidades reales como poblaciones diversas, sin apuntar a un estándar único, cerrado e individualista que nos ha despojado de la posibilidad de construir el camino que deseamos recorrer, y no transcurrir por un destino impuesto que genera frustración, desesperanza y miedo.
Como resultado del conocimiento humano, y la síntesis y depuración de milenios de saberes científicos, las tecnologías digitales han llegado para quedarse y acompañarnos en la vida que está por venir, dependiendo exclusivamente de las acciones y decisiones que tomemos como especie.
Pensamos TecnoRizoma como ese espacio colectivo para trazar alianzas, sumar saberes y construir desde lo común imágenes de futuros digitales donde replanteemos las relaciones entre humanos, tecnologías y naturaleza. Un futuro digital donde quepan muchos futuros, donde las tecnologías digitales derriben los muros de las desigualdades, construyan sociedades justas desde un profundo respeto por la naturaleza y las vidas con las que compartimos planeta.
Dejar nuestro futuro digital en manos de los de siempre, es condenarnos a sus caprichos, violencias e insensatez, construyendo un futuro a su medida, donde seguramente no cabemos.